
La Chiva nº 08
El espíritu de colaboración se expresa también en la creación de una historieta colectiva. Hay cuadros de Lo Chamullo realizados a ocho manos donde cada uno dibuja un detalle poniendo su impronta. Esta forma de trabajo ya la habían experimentado Alberto Vivanco, Palomo y Hervi en El Pingüino ilustrando historietas propias y guiones del notable Héctor Oesterheld (posteriormente asesinado por la dictadura argentina). Otra forma de colaboración es el reemplazo en la realización de las tiras cómicas cuando, por alguna razón, su autor no podía hacerlo. Es el caso de Lolita de Alberto Vivanco continuada por Ric, y de Artemio hecho por Hervi a raíz de un viaje de Pepe Huinca. Materialmente La Chiva, que alcanzó a publicar 50 números, no podía competir con las grandes editoriales y los muy anticapitalistas no tenían un capital suficiente para sostenerla. Sin embargo, individualmente cada uno de ellos tuvo presencia en diversos diarios junto a sus personajes. Por ejemplo: Alberto Vivanco con Lolita, en Clarín; Pepe Huinca con Artemio, en El Mercurio; Palomo con Las tres Marías, en Puro Chile; Hervi con Mozambique, en La Última Hora. A fines de los sesenta, después que Alberto Vivanco dirigiera El Pingüino en Lord Cochrane, el grupo -como Editorial Papiro- saca El Pirigüín con mayores posibilidades de mercado ya que se declaraba "solo para mayores, la revista del play boy chileno, la revista de humor pícaro sin veda de carne, la revista de los machos recios, humor para gente madura".
ERGOCOMICS.
La Chiva nº 04

Los pobladores más representativos de Lo Chamullo son Pancho Moya, "cesante de profesión, mal que le pese. De vez en cuando es gásfiter, estucador, carpintero, electricista, pintor, hambriento y descontento." Don Paello, el almacenero, es un español republicano que llegó a bordo del Winnipeg gracias a la intervención de Pablo Neruda. Las Tres Marías, trío de viejas peladoras; "son como la CIA: se meten en todo". Los hermanos del Villar (así: con falta de ortografía) son el Fantomas y el Spectre. Para saber más de ellos es mejor buscar en los antecedentes policiales. El Mozambique es un garzón titulado que trabaja en el bar de don Pantruco. "En este lugar es donde mejor se come en Lo Chamullo. Mejor dicho, es el único lugar donde se come. Cuando se come." Y muchos más, contando al junior Artemio a quien La Chiva le publica su primer libro recopilatorio. En Lo Chamullo viven los pobres de la ciudad. Alegres y dignos, críticos y cómicos. La Chiva marca un aporte generacional sesentero y una visión nueva de enfrentar los temas sociales, un aire fresco que, sin embargo, debió enfrentar los mismos problemas que tuvieron iniciativas autónomas anteriores. "Las únicas distribuidoras que existían eran Zig-Zag y Lord Cochrane –testimonia Alberto Vivanco-. Ambas solo comercializaban sus propios productos y se negaban a distribuir a los editores independientes, por el egoísmo de no tener competencia que amenazara sus propios productos." La empresa de papel era una revista atendida por sus propios dueños, autogestionada, para lo cual alguno debió vender su citroneta para financiarla. El primer número se pudo imprimir –agrega Alberto- gracias al dinero que le pasó la editorial Lord Cochrane a modo de indemnización por haberse quedado con su revista Ritmo, Gato Yo-Yo incluido. "Los problemas –agrega- empezaron cuando se acabó ese fondo y no encontramos el camino eficiente de la distribución". En este plano, Hervi recuerda la contribución de Jorge Varas, el Varilla, quien "se descrestó ilustrando con grabados en linóleo para ahorrarnos plata de los costosos clichés. En cierta etapa –nos cuenta Hervi- hacíamos una tira de Lo Chamullo en el diario Ultima Hora, a bajo precio, cuando el director era José Toha, con el compromiso de que nos dieran el cliché para republicarlo en la revista. Y escribíamos mucho, ya que la tipografía era más barata que los clichés." La buena presentación era una reivindicación de los mismos personajes, que llegan a hacer una huelga por una portada de mejor papel. Al siguiente número la tapa se imprimió en couché brillante. Por poco tiempo. Recordando a su hermano, Alberto Vivanco destaca que Pepe Huinca -además de dibujar- "se interesó por imprimir la revista, desarrollando el oficio de imprentero que lo acompañó para siempre". Además de Alberto Vivanco y su hermano Jorge (Pepe Huinca), en la revista dibujan Hernán Vidal (Hervi) y José Palomo. Desde el primer momento colaboran también Eduardo de la Barra (quien firmaba Jecho en la revista Punto Final). Al nacer la publicación recibió el saludo de los mayores, entre ellos Pepo y Nato. Este último incluso les hizo especialmente la tira "Insolentito por Natito". Esporádicamente publicaron en sus páginas Osvaldo Salas (Don Inocencio), Themo Lobos, Ponka, Néstor Espinoza, Ric (Ricardo González)… generalmente ad honorem.
Jorge Montealegre Iturra ( ERGOCOMICS)
Revista La Chiva nº 01

REVISTA LA CHIVA Nº 01
Cortesía de Luis Q.T.
Muchas gracias
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En la jerga popular chilena, una “chiva” es una mentira cuya intención depende de quién la diga, y del contexto histórico en que se exprese. . El revés de la medalla lo da el conductor que, tras soplar en un control de alcoholemia y demostrar muy poca sangre en el torrente alcohólico, se justifica indicando que viene de hacerle respiración boca a boca a un náufrago borracho.
Algún día de 1967, en una casa de Santiago, un grupo de creadores de humor entre los que se contaban los hermanos Jorge y Alberto Vivanco, Palomo, Hervi, y un largo etcétera, formaron una suerte de cooperativa con muchas ideas y pocos medios, para dar vida a “La Chiva”, una revista de humor ácido, de formato horizontal, cuyo primer número salió a las calles de Chile sin tapas, porque el dinero no alcanzó para cubrir los gastos de ese detalle.
Desde el primer número, “La Chiva” empezó a ser parte de nosotros. Era una revista que pasaba de mano en mano, de lector en lector, la compraba uno y la leían cien, con el natural daño para sus editores, pero aún así continuó apareciendo gracias a la fidelidad de los pocos que la compraban y a campañas solidarias inolvidables, como “la lucha por la tapa”, destinada a financiar una portada en forma, o “la campaña de la bolsa de té”, con que los lectores ayudaban que los creadores soportaran las frías tardes del invierno santiaguino.
Por sus páginas, una galería de personajes populares, de barriadas, marchaban enarbolando las banderas de sus reivindicaciones a lo largo de la “Avenida General Descontento”, y cuando los profesores y estudiantes empezamos las duras huelgas para democratizar la enseñanza, en el que fue nuestro “68”, también los personajes de “La Chiva” fueron a la huelga y se negaron a protagonizar las historias de costumbre. Los editores, contrataron a unos miserables esquiroles llamados Pato Donald, Ratón Mickey, Los Tres Cerditos, El Llanero Solitario, Fantomas o Popeye, y “La Chiva” generó todo un rico debate respecto del derecho de huelga y de la necesaria solidaridad de clase.
LUIS SEPÚLVEDA.