El peneca Zig Zag nº 1834. Cortesía de Elías Luna.
Santiago de Chile , 5 de Febrero de 1944.
El peneca y la vida como espejo y discípulo.
El peneca encuentra su perfección en sí mismo y no fuera de él. No hay que juzgarlo conforme a un modelo exterior. Es realidad más bien que un espejo. Posee flores y pájaros desconocidos entre la ordenada selva de sus palabras. Crea mundos y puede arrancar la luna del cielo con un hilo escarlata. Tiene sus propios moldes, no imitados de la naturaleza, existen por si mismos , como en el mundo platónico.. Para él la Naturaleza no tiene leyes ni uniformidad. Puede hacer milagros a voluntad, y los monstruos salen del abismo a su llamada. Puede ordenar al almendro que florezca en invierno y hacer que nieve sobre el campo de trigo en sazón. Con su voz hace hablar , con su pluma hace volar de nuevo pegasos sobre el cielo celeste, coloca su dedo de plata sobre la boca ardorosa del estío, y los leones alados de montañas salen de sus cavernas en Sandar y en Zogulah. Toda una mitologia , arquetipos, ambientados en nuevos escenarios, propios, no robados a antiguas civilizaciones. Los insufla de nueva vida, de renovada naturaleza y así salen entre sus páginas las dríades ; que espían en la espesura y los faunos bronceados que sonríen extrañamente; dioses con cabezas de halcón, y centauros que galopan libres a lo largo de la narración.
Si la vida es transformada en la literatura, se produce la paradoja. El arte es la imagen real y la vida se hace virtual, secundaria, al servicio de la literatura.
En este número tenemos la historia de Proserpina, hija de Ceres. . Los griegos, con su vivo instinto artístico, lo comprendieron así. Gracias al Arte, la vida que nos rodea adquiere espiritualidad, hondura de pensamiento y de sentimiento . días. En una palabra: la vida es el mejor y el único discípulo del Arte.
He aquí unas líneas de auténtica prosa poética que he convertido en verso tomadas del relato de Proserpina en este nuevo número de El peneca que nos trae Elías Luna :
Túnicas de gasa blanca,
coronas de flores en sus rubios cabellos,
y una eterna sonrisa en sus rojos labios.
¡Oh, Proserpina !
Porque tu existes,
de capullos en flor se cubre la tierra,
Blancas y livianas son las nubes,
Disco pulido y cálido es el Sol,
Verdean los árboles y maduros frutos sostienen.
Muchas gracias a Elías Luna.
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